En una de las ciudades favoritas de la Patagonia de Argentina se armó un polo de cerveza con una treintena de fábricas y locales
Viajar a Bariloche siempre es motivo de disfrute en cualquiera época del año. Y en los últimos tiempos, se sumó una nueva opción que trasciende cualquier temporada y frontera: la ruta de la cerveza. El fin del mes de febrero marca en el calendario una época muy especial para el universo cervecero. Es la hora de la cosecha del lúpulo, un ingrediente fundamental, místico, la flor que, junto al agua, la malta y la levadura se combinan para formar este elixir.
El lúpulo se cosecha en El Bolsón, a poco más de cien kilómetros de Bariloche, y fue aquí donde se elaboró la primera cerveza artesanal del país: «El Bolsón».
Esta es solo una de las razones por las que Bariloche se transformó en un edén cervecero. También hay que resaltar la calidad del agua, la cercanía con los lupulares, y el factor tecnológico-científico, con instituciones como el Invap (Investigaciones Aplicadas) y el Centro Atómico, que contribuyen al desarrollo de equipamiento hecho en casa. También hay que mencionar a la Universidad del Comahue, cuya comunidad científica colabora conservando y manipulando genéticamente cepas lupulares de este fruto originario de Europa que encontró acá una tierra fértil para su desarrollo: El Bolsón se erigió como el productor más grande de Sudamérica, con buena parte de su terruño sembrado de lúpulo, y donde se consiguen unas veinte variedades del néctar cervecero.
En los albores de la década del noventa aparecería Blest, la primera cervecería artesanal de Bariloche, que marcaría el rumbo de una incipiente tradición que hoy se ve cristalizada en una gran cantidad de fabricas artesanales, microcervecerías y cerveceros caseros. Se trata de cervecerías multipremiadas y reconocidas internacionalmente, con variedades de impronta única. Hoy en día, son una treintena que están repartidas entre el Distrito Cervecero del centro, el camino al Llao Llao y Circuito Chico, donde las marcas tradicionales y pequeños bares forman un circuito que ofrece diferentes propuestas durante todo el año.
Hay locales que combinan cerveza, gastronomía y visitas a las fábricas, como el caso de Berlina, que tiene su espacio de elaboración y tap room en medio de un paradisíaco rincón de Colonia Suiza. Entre las más recomendadas se pueden mencionar Manush, Wesley, Konna y Bachmann, que tienen locales en el centro. La Cruz, un bar frecuentado por montañistas a la altura del kilómetro 6. Gilbert, que es un pequeño emprendimieto familiar con restaurante en medio del bosque en el kilómetro 24 del Circuito Chico. Y a las ya mencionadas Blest y Berlina, se puede agregar Patagonia, frente al lago Moreno, en kilómetro 24 de Circuito Chico.
Blest, los pioneros
La primera cervecería artesanal de Bariloche nació en 1989 de la mano de Julio Migoya, quien trabajaba en Invap y en los noventa quedó desempleado, pero con una indemnización que le permitió encarar un emprendimiento. A Migoya le llegó un ejemplar checo sobre elaboración de cerveza, consiguió un traductor y empezó a cocinar. Vivía en Circuito Chico, y ahí vendía sus botellas, pero luego los visitantes pedían comida, y el hombre cortaba unos quesos y salamines. Con el tiempo, el emprendimiento casero creció y Migoya abrió en 1999 el histórico pub del kilómetro 11 de la Avenida Bustillo, que se hizo famoso por la cantidad de servilletas y portavasos con leyendas que dejaban los visitantes y que coparon las paredes. Ese local cerró sus puertas un par de años atrás, y se abrió uno nuevo en kilómetro 4 de la avenida Bustillo, frente al lago, y otro en el distrito cervecero del centro.
Hoy, el maestro cervecero es «Nacho» Mochcnaz, quien aprendió las lecciones de Migoya. «Tengo la suerte de tenerlo a Julio, que es el segundo cervecero artesanal del país. Después, es cuestión de ingenio, mañas, prueba y error, mucho cálculo, matemática, química. Y leer, que es fundamental para adquirir experiencia. Hoy tenemos Internet, donde hay muchísima información que antes no existía».
Al principio elaboraban en el viejo local, pero la demanda creció y fue necesario mudar a una gran fábrica. «No existe un parámetro que diga hasta que cantidad sos artesanal. Para nosotros, artesanal es que sea 100 por ciento malta. Las grandes cerveceras usan arroz o maíz para abaratar costos. Hay cervecerías artesanales en el país que producen 400 mil litros, y consideramos que siguen siendo artesanales. El cervecero artesanal es muy pasional respecto al producto, que se hace con amor y con pasión. Cuando uno pierde eso, y se empieza a manejar solo con un fin económico pierde la esencia».
Manush, con espíritu gitano y un toque japonés
«Un artesano es el que mete la mano, el que se basa de herramientas primitivas para hacer algo. El cervecero artesanal piensa mas en la variedad de productos que ofrece, y en el espíritu que le pone a la producción», dije Martin García, alma mater de esta cervecería que recuerda que arrancó en un garage.
Martín es ingeniero en alimentos y comenzó a cocinar cerveza para sus compañeros de la facultad, mientras estudiaba en Mendoza. Una vez que terminó de cursar, se volvió a Bariloche con la idea de montar un emprendimiento en el garaje familiar y con las mismas ollas con las que cocinaba para sus amigos. Al principio vendían pocas cantidades en el refugio Berghof, luego en algunos locales, hasta que dieron con el Pilgrim, una de los pubs mas importantes. Tiempo después, abastecerían a casi todos los bares de la ciudad, hasta que en 2011, cuando explotó el volcán Puyehue, alquilaron el local céntrico. «Cerraron trescientos locales y abrieron tres. Y Manush fue un éxito».
La fábrica que sucedió al garage primitivo quedó chica y recientemente mudaron la elaboración a otra fábrica, en un predio mayor en Dina Huapi donde planean un tap room con visitas guiadas.
Manush significa «el hombre que se supera» en sánscrito, una palabra traída por gitanos desde la India. Y ese es el espíritu que parece guiar a esta empresa familiar en la que participan los hermanos de Martín, Leticia y Guillermo, y Takeru, el marido de Leticia, un cocinero japonés al que Leticia conoció trabajando en un restaurante de Italia y hoy es el responsable de la gastronomía de autor que destaca en esta cervecería.
Wesley, cabalgatas y la cerveza
“Empecé a hacer cerveza para no comprar mas las industriales”, dice Marcos Wesley, más conocido comp “Pacu”, uno de los dueños de esta cervecería que abrió en el centro de la ciudad en 2014, junto a sus hermanos Santiago y Andrew. “Arrancamos a hacer cerveza hace unos diez años. Hicimos un equipito con ollas en la cocina, despues uno de 80 litros súper practico con rueditas que iba y venia para todos lados. Lo tuvimos cinco años y cocinabamos para nosotros”. Tiempo después, uno de los hermanos empezaría a cocinar intensamente, hizo cursos de cerveza y se propusieron cocinar aún más. “Le copamos el garage a mi viejo, y metimos los tanques ahí”, recuerda Pacu.
El viejo es Tom, y su abuelo, Eduardo Wesley, o Teddy, uno de los pioneros de la zona, quien compró las tierras en las que Tom fundó las famosas cabalgatas Wesley por donde hoy en día pasan miles de egresados por año, y en el mismo lugar donde la tercera generación armó la fábrica de cerveza. “Por suerte tuvimos mucho know how de los cerveceros de acá, que nos dijeron que cosas no hacer, que errores no repetir”.
Wesley tiene también un Tap Garden que abrieron en la fábrica, en el campo familiar del kilómetro 15 de la Avenida Bustillo.
Fuente: Conocedores.com