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Año 2020 salió de estreno y aquel Marzo casi otoñal venía con un entusiasmado proyecto turístico rural debajo del brazo. Luego de varios meses de intenso trabajo, el bosquejo de ese sueño ya estaba encauzado con firmes trazos. Hasta que un día 20 del calendario marcó el comienzo de un nuevo mazo. Nos cambiaron los naipes con los que veníamos jugando.
¡Vaya día de anuncio gubernamental, tan inadvertido como surrealista: se nos obligaba al aislamiento social. La OMS ya había declarado el inicio de la Pandemia Covid-19, cual anuncio oficial de guerra.
Nos comenzamos a preguntar ¿Qué es esta intempestiva realidad? Aquellas noticias que oíamos del otro lado y que veíamos como algo tan lejano, de repente arribaron a nuestro suelo para dejarnos “cercados” ¿la estadía de este nuevo pasajero sería tan solo quincenal? Un acertijo difícil de dar.
Las rutinas y trabajos entraban en pausa, en tanto patrullas municipales recorrían las calles con megáfonos para pedir insistentemente a quienes estaban por su andar, regresar a su hogar. De esta manera advertían el comienzo de circulación de aquel “desconocido y tan temido enemigo viral”.
¿Vendría a arrebatarse nuestros sueños, además del nocturno? Me preguntaba qué sería de aquella casona ya vestida “con traje de gala” para en pocos días ser inaugurada ¡Había tantas expectativas por recibir visitantes, por ofrecer placenteros paseos a caballo y disfrutar de un típico almuerzo con ese nostálgico sabor a campo! Y de repente todo se detiene, como un niño travieso que se encapricha a jugar y nos viene sorpresivamente a tocar para ensordecedoramente gritar: “¡mancha!” Y así quedamos congelados como estábamos. Con lo puesto.
El turismo pasó a ser la primera actividad en cerrarse y será la última en reactivarse.
Nos encontramos con que nuestra casa pasó a ser nuestra más larga y forzada estadía. Ahora el mundo exterior podía ser observado desde una ventana. Entonces nuestro balcón, a quien anteriormente se le daba un secundario rol en escenas de la vida cotidiana, ahora comenzaba a ser cada vez más protagónico y a cotizar en alza.
Soy de los que creen que “la realidad no se puede cambiar, pero sí podemos elegir el modo de afrontarla”. Como decía el psiquiatra austríaco Viktor Frankl: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.
Entonces, ¿Dónde encauzar mis ahora obsoletos objetivos? ¿Dónde depositar ese monto de energías acumuladas en mi “cuenta bancaria emocional”? Si es que el mejor sendero es, como aconsejan, cambiar de rubro, entonces ahora ¿cuál sería mi mejor rumbo?
Todo ello me lo preguntaba mientras observaba algo desorbitada, la cantidad de sueños y emprendimientos que quedaban congelados por este particular juego de la mancha que muy poco nos entusiasmaba.
Así, en ese “estado de quietud paralizada”, pensaba en qué es lo que yo podría hacer. Comencé a asistir a encuentros virtuales y webinarios, cual tutoriales que proponen analizar las nuevas reglas del juego, en el que todo habitante era obligadamente a ser participante.
Nabil Sabio Azadi afirma: “cuando el mar no te permite navegar, utiliza tu tiempo reparando redes para cuando puedas volver a pescar…”
Luego de inevitablemente haber tenido que abonar una costosa cuota por “Resistencia hacia la nueva realidad”, comprendí que quizás se me estaba ofreciendo una nueva oportunidad. Entonces comencé estudiar aquel curso que por esa siempre “falta de “tiempo”, postergaba para un final.
Fue en ese camino de “cuar-Entrena” donde conocí a personas que al su pasar, embellecieron mi senda peatonal. Así aprendí, dentro de una valiosa “bibliografía opcional”:
Que en la vida, el mayor valor no está en obtener un certificado sino en quién te has convertido en el “mientras tanto”, al lograr superar tus auto-relatos limitantes vestidos de miedos palpitantes.
Que con espíritu perseverante, se puede barajar y dar de nuevo, porque te diste cuenta de tu capacidad inmensa para reciclarte, de convertirte en arte.
Que lo importante de un profesor, como buen mentor, no está en la inmediatez con que corrige un trabajo, sino cuando te ha demostrado que supo hacerse presencia aun estando fuera de su “huso horario” de trabajo; cuando te ha extendido una mano o te ha regalado casi sin haberlo notado, palabras de aliento en momentos de crudos contextos.
Entonces ¿Cómo estamos calificando? Es hora de repensar sobre nuestra forma de puntuar y empezar a indagar más sobre aquello que verdaderamente trasciende hacia la esencia de la persona y lo esencial. Al menos yo, prefiero ganarme aquellas marcas que ”marcan”, de verdad.
Para finalizar, te propongo hacer una desafiante excursión hacia tu interior:romper con esas resistentes cadenas que atan tu bicicleta y que seguramente te estén impidiendo pedalear para avanzar con libertad.
Te aseguro que suele ser más hostil el mundo subjetivo en el que habitamos, -aquel que duramente nos contamos- que el mundo real.
Ten la certeza de que el Covid llegó con tarjeta de embarque como “pasajero en tránsito”. Es cierto que muchos hábitos habrían de quedarse para instaurarse, pero si gustás, podrás optar por gestionar una visa hacia la resiliencia. Porque nuestro nuevo “conviviente” virus Covid-19, también vino a enseñarnos que las piedras en el camino no están para caerse y bajar los brazos, sino para levantarse, insistir y elevarse cual firmes peldaños.
Y al final, al final del camino una recompensa, seguro nos estará esperando.
Porque en definitiva somos naturaleza, donde nada se pierde: sino que se recicla y se renueva. Como aquellas otoñales hojas de marzo que las hemos visto caer, pero que también las volveremos a ver florecer.
Al fin y al cabo somos pequeñas criaturas regidas por ciclos y cambios, donde habrá tiempos de cosecha y también de espera. Mientras tanto, por debajo de la tierra-aunque no se vea-estará sucediendo algo mágico: las raíces de los potenciales arbustos están creciendo con abono renovado.
Sabemos que atravesaremos períodos de fuertes tormentas como así también de buenas y abundantes épocas de siembras.